Somos aquella tragedia,
esa película en la que conoces el final
(triste),
pero sigues mirando expectante,
conteniendo la respiración,
sin decir palabra,
esperando un último cambio en el guión.
Ya no somos,
hoy eres canción,
esa que aparece de repente y sin avisar,
y te quema.
Me quema,
porque sé que no tenemos opción,
ni escenario que nos siente bien.
En aquel instante me di cuenta,
que no hay final alternativo,
no hay forma de volver a lo que fuimos,
y que quizás,
solo quizás,
sea mejor así.